26 de agosto de 2011

1.


 -Sí, muchas gracias de verdad.
 -¿De verdad que no necesitas ayuda para recoger tus cosas?
 -No se preocupe Manuela, si necesito ayuda no dudaré en llamarla.
Manuela era la vecina que vivía justo en la puerta de enfrente, es profesional en historias ajenas, desde que murió su marido se pasa las horas y las horas al teléfono, hablando de todo tipo de tema, pero ninguno vinculado con ella. A mi no me molestaba, al contrario, muchas veces me ha sacado de aprietos gordos, le debo unas cuantas. Pienso que se mete en la vida de los demás por el simple temor de mirar en su vida y ver la soledad eterna que hay hasta que le llegue la hora como a todos, a veces he sentido pena por ella, pero muchas otras la he comprendido, sé lo que es sentirse sólo, y creánme, no es nada dulce. En fín, la echare de menos. Terminé de embalar las últimas cajas y las amontoné cerca de la puerta de la puerta de entrada. Miré de arriba a abajo el salón, y empecé a recorrer la casa poco a poco. Acaricié el sofá y recordé todos los momentos vividos, buenos y malos, caricias, besos, pero no consigo verla. Subo las escaleras y entro en el domirtorio principal, mi dormitorio, su dormitorio, nuestro dormitorio. Vi aquella habitación embalada y desmontada, lo único que quedaba era un colchón en el suelo. Agarré el manillar de la puerta del baño, ví que seguía roto, recuerdo ese día. Ella duchándose, el viento cerró la puerta de golpe y no se podía abrir. Tuve que romper el manillar para poder entrar, y ella no paraba de chillar y patalear como una niña pequeña. Sin darme cuenta, una pequeña sonrisa se me dibuja en el rostro, la necesito, la echo tanto de menos. Entonces voy a coger el colchón para incorporarlo y ponerlo de pie contra la pared, cuando en una esquina de la habitación veo una cosa brillar. Parece un anillo. Me acero y lo cogo, era de Fatima. Lo agarró entre mis manos y puedo notar como una lágrima cae por mi mejilla lentamente. Rápidamente me la limpio, le doy un beso al anillo y me lo guardo. Cuando me doy cuenta son las cinco de la tarde, la hora en que llega el camión de la mudanza. Sin esperarlo se escucha el tiembre, supongo que serán ellos. Bajo corriendo las escalares y abro, no me equivoqué eran ellos. Cuando han terminado de llevar todas las cajas al camión, Manuela sale de su casa y con una sonrisa un poco triste viene y me abraza. 
 -¡Ay Carlitos! te echaré de menos. Eras mi alegría de las mañanas, y ahora te vas ¿quién me hará compañía ahora que no estarás? 
Ve como a los dos se nos empañan los ojos de lágrimas.
 -¿Ves Manuela? yo no puedo llorar.
Ella se ríe, es la primera vez que la veo tan tierna conmigo. Me agarra la cara con las dos manos y mirándome a los ojos me dice:
 -No eres el único que la echa de menos.
Y me abraza como hace tiempo que nadie lo hace, como cuando era pequeño y mi madre me tenía entre sus brazos, con esa ternura que sólo una mujer, madre, esposa e hija pueden dar. Ese calor que sólo la mujer sabe desprender. 
 -Muchas gracias por todo Manuela, le prometo que la visitaré todas las semanas.
Sin decir nada, ella me coge una mano, me sonríe y con la otra me peina.
 -Y peinate, que siempre tengo que verte con esos pelos.
Nos reímos juntos y me doy la vuelta para marcharme, pero no sin antes volver a mirarla. Está allí frente a su puerta con la mano levantada diciéndome adiós. "Hasta pronto Manuela"
Me monto en el taxi que sigue con lentitud al camión de la mudanza, con destino a mi nueva vida.
Pasamos por las carreteras de Sevilla, junto con los sevillanos que caminan algunos con elegancia, otros con gracia, otros dando saltos de alegría y otros simplemente corren por las aceras, esa gente que sólo Sevilla tiene, ese "color especial". Apoyo mi cabeza contra el cristal, el conductor ha puesto la radio, por suerte sale una canción que me gusta "Lazy Song" de Bruno Mars, pero por contrapuesta termina..¡maldición! Entonces mientra sigo mirando como pasan los coches, los edificios y la gente sevillana y no sevillana, entre rayos de sol aparece nuestra canción "best day on my life" de Jesse McCartney, cierro los ojos y me hundo en mi mismo. 
"Todo empezó ese 11 de junio de 2010..."

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