27 de noviembre de 2011

5.

La semana pasó como normalmente pasaba, algunos días tenia la sensación que se pasaron en una milésima de segundo sin tener tiempo de rehacer y ordenar mentalmente lo sucedido; otros en cambio tenía la sensación de que cada cinco minutos pasaban tres horas, por supuesto, dándome tiempo a ordenar y reordenar lo que pasaba por mi alrededor. Por fín, llegó el viernes. Esa mañana en la academia todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, no sé porque, pero sucedió. Llegó la hora y salimos de aquel edificio entre charlas y risas. Bob y Dylan se acercaron a mí. 
 -Oye Carlos, vente esta noche con nosotros por ahí. Es viernes - dijo Dylan
Los miré, los dos estaban ansiosos de escuchar un sí. Como era de esperar, los complací.
 -Claro contad conmigo. ¿Quiénes vamos?
 -Los de la clase. Nos lo pasaremos guay. 
Sonreí, me parecía bien. Salir siempre con Bob a solas ya me cansaba.
 -¿A qué hora quedamos?
 -A las doce en la entrada a Calle Sierpes.
Asentí, y con una sonrisa les hice un gesto de despedida. Antes de llegar a la parada del autobús escuché mi nombre, me dí la vuelta y vi a Delia correr hacía mí. Estaba en mi clase, tenía la misma edad que yo y las mismas ganas de irse que yo. Era morena con el cabello corto y un flequillo liso. Se acercó a mí en un abrir y cerrar de ojos. Vi a los lejos que Bob y Dylan la observaban mientras fumaban.
 -¡Delia! ¿Qué ocurre?
 -Nada, no me había despedido de ti.- dijo jadeante.
 -bueno pues aquí me tienes ¿vienes esta noche?
 -Claro, ¿pensabas que te ibas a librar de mí?
 -Por supuesto - dije sonriendo.
 -Estúpido - y me dio en el brazo.- te veo a las doce en la Calle Sierpes. ¡No llegues tarde!
 -Habló a la que siempre hay que esperar tres cuartos de hora. 
 Ella sonrió y me sacó la lengua. Se acercó y me besó la mejilla, se dio media vuelta y empezó a andar, cuando llevaba mitad del camino recorrido se dio media vuelta y me sonrió. Yo la miré y sonreí. Aunque lo pareciese no eramos pareja y nunca antes lo habíamos sido. Era guapa, pero no me despertaba ningun interés sexual si quiera. Segun Bob, ella estaba colada por mí desde hacía tiempo, pero lo veía una tontería. Ella sabrá, ella sabe mis sentimientos hacía ella. En ese momento escuché el portón del piso de atrás, y me giré de un susto. Vi como una chica se acercaba a la parada de autobús, era la chica de los ojos verdes. En ese momento me atraganté con mi propia saliva, vi como ella me miraba mientras yo no paraba de toser. La señora mayor que estaba sentada a mi lado no paraba de preguntarme:
 -¿Se encuentra usted bien joven?
Se parecía muchísimo a Manuela, mi vecina. La chica de los ojos verdes de acercó, y me dijo:
 -A ver, tranquilizate y tose fuerte.
Lo hicé mientras me daba golpes en la espalda. En un abrir y cerrar de ojos la tos se me pasó. No paraba de decirme en mis adentros "la has cagado". La miré y le sonreí.
 -Gracias.
Ella me devolvió la sonrisa. Ahora que podía verla de cerca pude ver sus ojos a la perfección. Verdes como una esmeralda, y con una pupila negra como el abismo, tenía la sensación de caerme en él. Su piel era oscura, nunca la había tocado, pero el calor que desprendía pocas lo hacen. Tenía la sensación de haberme quedado embobado mirándola, pero no era una simple sensación... me había quedado embobado mirándola!
 -Hola, me llamo Diara.- aunque no pareciese de aquí tenía buen idioma, aunque a veces se le escapaba una mala pronunciación.
 -Hola... yo, me llamo... Caa-rlos.-balbucée
Ella rió y dijo:
 -Tranquilo, respira.
Sin quererlo sonreí y me sentí como un tonto. Miré para atrás y vi a través de los cristales de la parada de autobús que ya ninguno de mis compañeros quedaban en la puerta. Todos se habían ido. Tampoco estaba Delia. "La verdad me alegro. ¿Me alegro?¿En serio? qué pasa, ¿tienes miedo de que te vea con ella? ¿Con ella? ¿ya eres capaz de llamarla ella? si todavia no la conoces apenas, bueno, de un nombre se pueden sacar muchas cosas. ¡Basta! Pareces tonto de verdad Carlos, céntrate en Diara." 
 -Bonito nombre.- sonreí
¿Bonito nombre? ¿Eso es todo lo que se te ocurre? de verdad... vaya conquistador nato.
Ella me miró. Parece como si me estuviera leyendo todo lo que pensaba. "Espero que no sea eso, porque como lo sea... ¡qué verguenza!" pensé.
 -Oye Diara, ¿coges el autobús?
 -Bueno, la verdad es que no.
"¿Y qué haces entonces sentada en la parada del autobús?" Me entraron ganas de preguntarle.
Se dio media vuelta hacía mí para poder hablar de cara conmigo.
 -La verdad es que te preguntaras que hago aquí sentada si no cogo el autobús -hizo una pausa y sonrió. - es que estoy esperando a alguien, para eso. No pienses que soy tan rara.
 -"Por eso"-corregí
Ella me miró con rostro en duda, sin saber muy bien a lo que me refería.
 -No se dice "para eso", se dice "por eso".
Ella sonrió y se sonrojó un poco.
 -¡Ah! Qué tonta. Lo siento, "por eso", "por eso"...
Los dos nos reímos juntos. Recapacité todas las palabras de ella: "estoy esperando a alguien"
"¿Alguien? Normal... no tengo nada que hacer."
En ese momento llegó el autobús, y deseaba con todas mis ganas que no pasase. Pero en cuanto llegé de mi mundo vi el autobús abriendo sus puertas delante de mí. La señora se levantó, y a continuación mis pocas ganas de dejar a esa bella chica de ojos esmeralda en la parada y mi flojera desde pequeño hicieron que me levantase lentamente. Ella se levantó también. Tenía el bolso entre las manos, apoyado en la cintura. Me miró y dijo:
 -Bueno Carlos, encantada.
No podía resistirme a esa mirada. Se acercó a mí y me dió dos besos en las mejillas, como hacen las personas educadas.
 -Igualmente. 
Me precipité a la puerta de entrada al autobús, subí el primer escalón y me dí la vuelta. Ella se había sentada, rápida se dió cuenta que la miraba y clavó sus ojos en mí. "Tengo que reaccionar" me dije.
 -Oye Diara, si alguna vez coges el autobús y no tienes que esperar a nadie, cuenta conmigo para que el viaje no se te haga tan aburrido.
Ella me sonrió y bajó la vista hacía el suelo.
 -Hasta pronto.
Y siguió mi mirada hasta que el autobús cerró sus puertas y se alejó. Perdí su mirada. Y pensar que en la calle de donde acabamos de desembocar se encuentran una de las miradas más bonita que reside en esta ciudad ahora mismo. "Hasta pronto" Sus palabras no dejaban de resonar en mi cabeza, no sabía como tomármelo, si un "hasta pronto" de verdad, o un "hasta pronto" de "¡piérdet capullo!". No paraba de pensar en eso. Pagué y me senté. Que vacío estaba todo eso. Miré a la ventanilla como siempre hacía. Bueno, deja de pensarlo. Total, ni tienes su número y no sabes nada de ella, sólo su nombre y que espera a "alguien". Bueno, pues que ese "alguien" la disfrute. Y así, aburrido y pensativo ví correr la ciudad frente a mis ojos.

20 de noviembre de 2011

4.

 Entramos en el pizzahut muertos de hambre, Bob pidió una mesa y nos sentamos cerca de la barra de los camareros. Al segundo vino una camarera, rubia con el pelo hasta la cintura recogido en una coleta, con una sonrisa muy bonita. Se parecía a mi hermana Teresa. Bob pidió primero:
 -Unos nachos con salsa, ¿y tú Carlos?
 -Yo una ensalada cesar.
 -¿Algo más?-preguntó la señorita
 -No, muchas gracias.-contesté.
La chica rubia se alejó moviendo su larga coleta al compás de su paso vacilante y sexy a la vez. Bob me miró, y sobraron las palabras para saber que estábamos pensando. No sabía que ese era el tipo de chica de él, pensaba que sería más hippie. La comida transcurrió entre risas y recuerdos felices; un poco de arte y algunos toques sabáticos. Bob era un tío genial, de los amigos en que se pueden confiar. Le conté lo del choque el día anterior en el coche de Olivia. Le conté como era esa chica, y él me escuchaba feliz. Al llegar la hora de pagar, pagamos a media. No éramos de los que nos peleamos por ver quien paga, a medias y punto. Bob de despidió de la chica rubia. Esta le sonrío con una grata sonrisa, lo justo y necesario para que dijera:
 -Está loquita por mí.
 -¡Pero que creído te lo tienes chaval!-dije riendo.
Me acompañó hasta la parada del autobús.
 -Oye, ¿cómo vas para casa? - le pregunté.
 -Andando, tampoco vivo muy lejos.
Sonrió y se sacó un cigarro del bolsillo. Empezó a maniobrar con él en la mano, sin saber muy bien que estaba haciendo con el cigarro me acerqué.
 -¿Qué haces?
 -¿Quieres un poco?-preguntó vacilante.
 -No, gracias. No me gusta meterme mierda en el cuerpo.
Rió mientras terminaba de liarlo. Me miró y dijo:
 -A mi tampoco. Una vez que entras, no puedes salir.
Y vacilante lo encendió y empezó a fumárselo. Ahí estábamos, los dos tirados en la parada del autobús solos, esperando a que llegara éste. Mi amigo fumando, a saber que le había echado esta vez, y yo allí metido en mis problemas, ahogado en mi mundo. En un mundo que una vez que entras no puedes salir. Miro a Bob. Supongo que cada uno tiene un mundo del que no puede salir, y por eso respeto su mundo, no lo comparto. A lo lejos veo como se acerca una chica, de piel oscura, con un pelo largo negro rizado. Vestía ropa normalita, sin mucho glamour. "Vamos ella al lado nuestra es la diosa del glamour" pensé. Bob seguía en su mundo metido con la mirada perdida en el horizonte con sus codos apoyados sobre sus rodillas. La mente de un artista, nunca es clara y precisa. La chica cada vez estaba más cerca, iba hablando por el móvil con alguien. Parecía preocupada. Cuando levantó la mirada, pude reconocer en un segundo quien era. Esos ojos, esa mirada. Era la chica del choque del día anterior. Se paró en una farola y cerró el móvil. Angustiada lo guardó en su bolso y se metió en su coche aparcado. Arrancó y vi como ese coche que hace simplemente un día chocó con el de la novia de mi hermana mientras yo iba dentro pasaba ante mis ojos. Ella ni se dió cuenta que estaba allí sentada, como un pasamarote, mirándola. Muchas veces las personas miramos, pero no observamos. Miré a mi derecha y Bob se había terminado de fumar el cigarrillo, estaba jugueteando con su móvil.
 -Oye, ¿qué haces?
Me miró sonriente y dijo:
 -Nada, hablando con Juanbu. ¿Sabes que este fin de semana es el concierto de Morodo?
 -¡Venga ya! ¿En serio?
 -Te lo juro
 -Que pena que no tenga pasta.
Bob resopló.
 -No eres el único amigo. Intentaré hablar con Juanbu haber que va hacer él.
Entonces vi como el autobús se acercaba y se paraba justo delante de nosotros. Miré a Bob y levantó la mano en signo de despedida mientras se guardaba el móvil en la riñonera.
 -Ya te veo mañana Carlos. 
 -Mañana clases por la tarde ¿no?
 -Claro. Parece mentira que me lo sepa yo mejor que el "empollón".
 -Serás tonto. - le dí en el hombro.
Me metí corriendo en el autobús, pasé el monobús y cogí el mismo asiento de siempre. Me parecía raro que nadie cogiese ese sitio, era el mejor. Al lado de la ventana más grande, donde podía escuchar mi música sin que nadie me interrumpiese. Total, nunca se montaba nadie conocido en el autobís, por lo menos en el mismo que yo. Saqué el Ipod que me regalaron entre Olivia y mi hermana las navidades pasadas y me coloqué los cascos en las orejas. Puede parecer una tontería pero me costaba la misma vida ponérmelos, siempre se me resbalan, caían o algo así. Abrí mi lista de reproducción y puse "tu eres como el fuego" de Morodo. El autobús se puso en marcha y pude ver como dejábamos la parada del autobús lejos, y como ví a Bob cruzar un paso de peatones no muy lejos de aquella parada. Por lo visto seguía trapicheando con el móvil. La verdad es que no me importaba, era su vida. "tu eres como el fuego y cada vez que me acerco me prendo..." preciosa cancion. Me encantaba. Me recordaba a mi ex, pero eso no me importaba. A veces los recuerdos son tristes y dolorosos, pero no dejaré de escuchar a mi cantante favorito simplemente porque ella y yo hayamos escuchado una canción juntos. ¡No lo soporto! "...resistirme intento y no puedo y me sigo ardiendo, me estoy consumiendo" Sigo escuchando mientras veo pasar las motos, pequeñas vespas de distintos colores, normalmente con chicas conduciéndolas. Son adorables. Sigo mirando y veo un banco con una pareja sentada. Parecen felices. Entonces sonrío y los sigo con la mirada hasta que el autobús no me lo permite. Éste se para en una parada, y se montan un grupo de chicos "skaters", todos iguales. Pitillos cagados, apretados sin marcar culo pero marcando piernas, "estilizándolas" mejor dicho. Con camisetas anchas, de diferentes marcas. No pueden tener más de quince años la mayoría. Algunos incluso llevan una camiseta de cuadros encima de la camiseta, y por supuesto, su skate bajo el brazo. Cada uno de modelos distintos, colocres completamente diversos, algunos mas gastados que otros. Uno de los chicos incluso llevaba el skate medio partido. "Hay que ver..." pensé. Todos se sentarón juntos mientras iban contando, recordando sus hazañas que habrían echo en el pasado. Algunos de enseñaban fotos de sus más admirables saltos en escaleras inacabables o muros gigantescos. Otros simplemente miraban videos de sus amigos o de ellos mismos haciendo la caída más dolorosa e impresionante de todos los tiempos. Sonreí, sin saber porque. Me parecía gracioso, me recordaba a mí cuando tenía quince años. Ahora no es que tenga muchos más, pero la mentalidad, las amistades, los gustos, las chicas, la moda... cambia con los años como todo en esta vida. Miré a mi alrededor, un señor que rondaba los sesenta y pocos estaba sentada en los asientos de al lado. Iba sólo, su única compañía: un periódico; incluso dudo que sea de hoy. Iba enchaquetado, con gomina en los pocos pelos blancos que le quedaba en la cabeza. Todos alineados hacía el mismo lado. Iba con una gabardina enorme, muy elegante sí señor. Y el sombrero negro entre las piernas, por educación. Lo raro es, ¿qué hace un tipo como ese en un sitio como este? extraño. Cosas de la vida. Fachadas que tiene la gente simplemente para que los demás pensemos que son como no son. Seguramente ese señor esté arruinado, ni viva debajo de un puente ni viva en una casa como las de la costa de Miami (para empezar porque por aquí no hay de eso); ni sea educado, ni tenga una nómina de a saber cuantos miles de euros. Es una trampa, y yo iluso de mí, he caído en ella. Como muchas de las personas que lo ven a diario. Pasatiempo de la vida, pero te paras a pensar y te preguntas "¿Qué sería de esto sin las personas como esas?" Esto sería demasiado aburrido, todos nos comportariamos correctamente, tendríamos estudios de matrícula de honor, seríamos educados, elegantes y besaríamos la mano de las damas que conociésemos. Pues sí, si existen personas así, es porque la vida quiso que fuesen así. Igual que yo, soy así porque la vida quiso que fuese así. Puede parecer un impresentable, maleducado, maloliente, vagabundo. Pero esa es mi trampa, en la que muchas personas caen. Mi fachada. Mi única fachada.  
En un momento salgo de mi mundo y miró por la ventana. ¡Mierda! Me he pasado mi parada de no estar atento. Siempre me pasa lo mismo. Corriendo le doy al botón rojo de salir. El autobús se para en la siguiente parada, abriendo las puertas para que yo junto con otras personas pudiéramos salir. Miro a mi alrededor. Me encuentro a unas tres manzanas de mi piso. Sin apagar el Ipod empieza a andar con la maleta en la espalda mientras veo que el cielo se cambia de color. Camino por un parque, donde los niños juegan. Un bar donde los viejos cuentan sus hazañas de jóvenes mientras se toman una cerveza. Algunas que otras tiendas de ropa, donde algunas chicas miran distinto tipos de ésta para probársela. Después de media hora andando llego a mi portal. Meto la llave, pero al segundo la saco. No tengo ganas de entrar en casa, tengo ganas de quedarme en el parque tirada mientras veo como el sol se esconde y las nubes de enrojecen. Me siento en el césped y veo como la última niña pequeña se aleja de la mano de su madre mientras el sol dibuja una parábola de ambas.

17 de noviembre de 2011

3.

Salió el sol y los rayos de luz entraron en mi habitación por las rendijas de la persiana bajada, hasta llegar a mis ojos. Deperté. Me encontré tirado encima del teclado durmiendo, con la pantalla apagada y el ratón tirado por los suelos. Me incorporé sin saber muy que había pasado. Me levanté, abrí la persiana y la luz del sol de todas las mañanas me deslumbró la cara. Cogí el ratón y lo coloqué en la mesa, tenía la sensación de haber estado miles de horas durmiendo. Me miré y seguía con las mismas ropas que ayer, por lo que se ve me habría quedado hasta tarde haciendo el trabajo. Entonces se me vino a la cabeza una idea... ¡las clases! Corrí y encendí el ordenador corriendo. Tardó más de lo normal en encenderse, pero después de muchos toque con el ratón se encendió. Por suerte todavía me quedaba una hora para las clases. "Menos mal, si no ahora mismo sería hombre muerto" pensé. Vi que había terminado el trabajo, y lo guardé en mi pen-drive antes de que pasase algo peor. Seguía desperezándome y bostezando como un loco. Así que me fuí derechito a la ducha, olía muy mal. Me desnudé y me metí debajo de la ducha fría. "Ui que gusto", me encantaba el agua fría, ya que en épocas de calor como aquí en Sevilla es bueno darse una ducha fría para que las neuronas se despierten, Manuela siempre me pregunta si me doy duchas frías. Siempre le contesto que si. Y siempre me dice que no lo parece. Una mujer graciosa. Me quedo ahí reflexionando bajo la ducha, pienso en Manuela, en mi hermana y Olivia, en el porrazo de ayer, en el color verde esperanza, en ella. "Guapa ¿eh?" no para de decir mi cabeza. De repente recordé el ajustado tiempo que tenía, terminé y me sequé con la primera toalla que pillé.
"Vaya, debería de hacer la colada de esta semana ya" me dije a mi mismo, después de ver toda la pila de ropa sucia en el bidé. Si vivir sola para una mujer es "semi-difícil" (ya que para la mujeres todo es fácil), imaginaos a un hombre viviendo sólo, y menos mal que no vivo con un compañero, porque si no esto sería un caos. Me vestí delante del espejo y me retoqué los pelos, ya que mi maraña de pelo negro hacía arriba con algunos rizos no era muy "peinable" que digamos. Me fuí al escritorio, cogí el pen-drive y apagué el ordenador; bajé corriendo las escaleras y fuí a un por donut a la cocina, cogí las llaves y con el donut en la boca sin soltarlo cerré de un golpe la puerta. Por si no fuese normal, Manuela sacó la cabeza por la puerta entre abierta.
 -¿Te has duchado con agua fría?
 -Sí Manuela.
 -¡Pues no se nota!
Reí y seguí saboreando mi delicioso donut.
 -Que tenga un buen día Manuela.
 -Lo mismo digo.-dijo como una resignación.
Me puse los cascos de música mientras esperaba el ascensor. Menos mal que era junio y faltaba poco para terminar el curso, si aprobaba, puede que me asignaran un destino para el año que viene, me encantaría. Tanzania, Kenya, Marruecos, Egipto, Congo, Etiopía... todos mis sueños. Aunque fuese imposible, una persona no es capaz de vivir sin objetivos imposibles en la vida, aunque muchas otras no tan imposibles. Salgo del ascensor escuchando "american idiot" de Green Day. Me paro en la parada del autobús, y como siempre saludo a la misma gente de siempre. Algunos me saludan con más alegría que otros, gente de todo tipo, de todas las estado, aunque más mayores que jóvenes. Puedo ver a una chica gótica, con esos looks tan oscuros, a un chico deportista con una camiseta de la selección española de fútbol con un macuto de deporte, una señora mayor con varices por todos lados, al igual que las arrugas, pintada hasta las trancas junto con su marido, un hombre sencillo y alegre, todo lo contrario a ella. Ella siepre lleva bisutería cara (o eso parece) y muy bien perfumada, muchas veces nos preguntamos que hace que las personas nos fijemos en gente tan distinta a nosotros, en gustos, apariencias... muchas veces no coincide ni con lo que nos gusta, ni siquiera con nuestro prototipo. Puede ser que el amor no es como lo pintamos ni como nos lo imaginamos, muchas veces no es perfecto, otras en cambio sí. Momentos que lo hacen único, tanto por los dulces y agríos sabores que te regala este exquisito manjar que todos deseamos probar hasta saciar. Unos prueban y necesitan más, sin parar, hasta que el cuerpo no aguante más. Otros en cambio prueban y no les gusta, pero sin embargo ahí se encuentra, junto con la persona que le ha dado la vida, con la que seguramente haya compartido momento únicos, y que no desearía borrar ninguno. Es extraño que una persona que no haya tenido mucho éxito como yo pueda hablar de un modo tan profundo sobre este tema, supongo que es porque saca lo más tierno de nosotros, lo que hasta un luchador de lucha libre guarda en su corazón, ese rinconcito que accionamos cuando estamos tiernos, necesitamos llorar, acariciar, incluso recordar... yo sin embargo, acciono este hueco de mi corazón siempre, ya que soy amante de todo tipo de arte. Por eso soy amante de África, aunque nunca la haya visto, ni tocado, ni olido, ni escuchado todos los millones de sonidos únicos que esta tierra poco querida por la sociedad ignora. Me doy cuenta de que me he quedado pensando y reflexionando con la mirada clavada en aquel señor mayor con una mujer tan "voluminosa" y extravagante, él simplemente me sonríe. ¿Esa senación que tienes muchas veces de quedarte pensando en una cosa con la mirada clavada en alguna persona y que eres consciente de que la estás mirando y ella se está dando cuenta e intentas apartar la vista pero no puedes? Pues eso justo me pasó a mí. Como lo del deja-vu nunca podré llegar a entender eso, en fín, paradojas de la vida. Llega el autobús y me monto, sigo escuchando mi música, una canción tras otra. Me siento al final del autobús en un asiento de dos, pero sólo. No entiendo porque hay gente que le molesta, angustia o averguenza el simple echo de estar solo, soltero, o como quiera llamarlo. No lo veo una cosa mala, tenemos que probar de todo en la vida. Me he llevado la mayoría del tiempo de mi vida sólo, con pocas parejas, una madre que pasa de mí, una hermana estúpida aunque en el fondo la aprecie y un padre muerto. Sólo tuve amigos, amigos de la infancia. El propio nombre lo indica: "de la infancia", no son para siempre, pero supongo que eso es lo que nos hace crecer. Todas las personas tienen algo que enseñarnos, bueno o malo, pero enseñan algo. Por suerte no me quejo de mi soledad, la veo un echo de superación. Significa que no necesito alguien para vivir, sé cuidarme de mi mismo. Yo soy el rey de mi sabana, punto. Si llegara algún día alguna persona especial que me hiciese cambiar de opinión y me enseñase un mundo que nunca antes nadie me había enseñado, cambiaré de estilo de vida. Mientras que eso no suceda, la mía está bien. No me quejo. Miro la ventanilla y veo como carteles, motos aparcadas, coche en marcha, gente andando sola o acompañada; perros, gatos, palomas. Las calles de Sevilla son especiales, nunca tienen nada igual, todo es distinto o por lo menos yo lo veo así. Llegamos a mi parada y soy el único que me bajo. No creo que a las demás personas les interese perderse no se cuanto tiempo en una tierra que nadie aprecia como lo hago yo y unos cuantos más. Llamo al porterillo y me abren. Apago el móvil y entro en clase. La gente está hablando ya que he llegado cinco minutos antes, como siempre. El profesor todavía no ha llegado.
 -¿Qué pasa Carlos?-me saluda Bob
Bob es un año mayor que yo, lleva intentando conseguir un destino desde hace dos años. Es un chico simple y todo lo contrario a nacionalista. Apoya todas las ideas que tenga que ver con ayudar a los demás. Es un tío leal. Mucha gente no se fía de él y lo critican por su estilo a la hora de vestir. Su pelo está entero lleno de rastas rubias y marrones, tiene los ojos celestes y una sonrisa con imperfecciones como la de todos. Siempre lleva una riñonera colgada de la cintura por encima de sus pantalones cagados. Nunca lo he visto con pantalones sin rasguños, ni pegados a las piernas ni al culo, sin algo extravagante. Él es único, como otras muchas personas que van. Este año van a asignar destino a cinco personas, de las cuáles dos irán juntas. A mi la verdad es que no me importa si ir sólo o acompañado, pero la verdad es que no sé si me asignarán. Hay que ser positivo.
 -Pues nada, ¿has traido el trabajo? ¿De qué te tocó?
 -Pues la verdad es que me tocó de la tribu Herero, de África Occidental, ¿y a tí?
 -A mi de la tribu bereber, del desierto.
 -¡Guay! me hubiese encantado ese tema. Espero que te lo haya currado.
Los dos reímos juntos. La verdad es que Bob era un tío en el que se podía confiar, y me gustaba pasar tiempo con él, porque aunque yo no fuese exteriormente como él ya que yo vestía completamente distinto y me peinaba de otra forma, por dentro eramos iguales. A los dos nos apasionaba el arte y África. Era solitario, como yo, pero tenía a varias chicas detrás de él ya que supongo que desprendía esas famosas feromonas que las volvían locas, esas que yo no tenía y si tenía ni se les había ocurrido salir a la calle. El profesor entró.
 -Buenos días a todos.
 -Buenos días Joshep.
Joshep, un nombre ingles. Aunque mi profesor lo fuese no lo parecía y creo que ni había visto inglaterra, simplemente su madre lo era y había decidido llamarlo como en su país. Un tío enrollado, para nada viejo, es más supongo que de los veintisiete años no pasaba. Muy joven y ya había recorrido África entera. Se pasó desde los veintiuno hasta los veinticinco en África, flipante. Lo sabía todo, y tenía un espíritu que sólo las tribus africanas saben trasmitir, ya que tantos años allí es lo que hace. 
 -Bueno espero que sepais que estamos a doce de Junio y ha finales de este mes serán las pruebas para saber que cinco personas serán las destinadas para el año que viene. En julio saldrá el nombre de esas cinco personas. Quiero deciros que todos lo estais haciendo muy bien, puesto que sois quince, lo siento mucho por las otras diez personas que pueden seguir intentándolo el año que viene. Pero no os desaniméis, cualquiera de vosotros puede ser. Fijaros yo, no me lo esperaba ni por asomo, y mirarme, cuatro años. Ya sabéis que pueden destinarte un año o más, depende de lo que la nación te necesite. Bueno recuerdo que hoy hacíamos presentaciones sobre los trabajos ¿no? Bueno hoy sólo quiero que presenten seis.
En ese momento Milena, una chica que se sentaba en la mesa de al lado levantó la mano. 
 -¿Sí Milena?
 -¿Por qué sólo exponen seis?
 -Porque solo quiero ver hoy seis trabajos, ya seguiremos viendo los demás a lo largo de la semana. Son temas muy densos e hiremos haciendo pausas para comentarlas. Hoy es miércoles y sólo tenemos tres horas, y a lo mejor la sexta no puede exponerse. ¿Alguna pregunta más? bueno Bob sal a exponernos tu trabajo sobre...
 -Sobre los Herero.
 -A sí, excelente tribu. Me encanta, llena de fuerza y vitalidad.
Bob salió y expuso su trabajo. Puso música, vestimentas, nos hizo bailar y nos pintó la cara más o menos como se las pintaban en aquella tribu, sin colores, simplemente como si fuese barro. Por suerte Myla traía toallitas y pudimos limpiarnos la cara después. 
HERERO




Me encanta esa tribu. La mañana trancurrió como normalmente lo hacía desde hace mucho tiempo. Salieron a exponer los seis como lo había dicho Joshep, él nunca falla. Cuando salimos de la academía Bob y yo nos despedimos de los demás.
 -Oye Carlos, ¿te apetece que vayamos a comer algo?
 -Bueno venga, pero esta vez a medias ¿eh?
 -Venga vale, yo pago la cerveza y tú lo demás.
 -¡Tendrás cara!
Y así, ríendo y jugando nos fuimos andando hasta el pizzahut más cercano.


26 de agosto de 2011

2.


El 11 de Junio de 2010, un día cualquiera para mí, en casa de mi hermana mientras regaba las plantas, ya que ella y su novia están de viaje. Terminé bachillerato hace un año, y aunque no lo creáis todavía no me he presentado al examen de acceso a la universidad. Mi padre hubiese quería que me presentase, pero eso ya no importa, mi padre no está y mi madre como si no estuviese. Mi sueño es irme a África. Ya que mi pasión son los animles y las personas de esa cultura. Sé que antes de morir viajaré allí, haré estudios sobre el habitat de los animales salvajes, conviviré con personas de todas las distintas razas de África, les ayudaré a aprender... sí, ese es mi sueño. Y no hay universidad que me detenga, ni tiempo que perder, así que me estoy preparando un pequeño curso para poder entrar en una asociación e irme a África de voluntario, sería genial... mi sueño echo realidad. Y me quedo así, exhausto en el humilde sofá de mi hermana mientra pienso, dejo la regadera apoyada en el suelo y sueño en todas esas pequeñas cosas. 
 -¿Qué haces todavía aquí tirado?- me interrumpe una aguda voz.
Despierto de mi pequeña burbuja llena de sueños de África y miro a mi alrededor. Delante mía, como un pasmarote está mi hermana mayor, Teresa. Es todo lo contrario a mí, es alta, rubia, esbelta y con un pelo largo y sedoso. Junto a ella está su novia, creo que se llamaba Olivia, si no recuerdo mal era inglesa pero vivía aquí desde hace cuatro años. Las dos me miraban como esperando una respuesta de mi, entonces de repente vuelvo de nuevo a la cruda realidad.
 -¿Qué pasa Tere?
 -¿Cómo que qué pasa? te has quedado dormido en mi sofá. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
 -Pues supongo que una o dos horas, desde las seis de la tarde.
 -¿Desde las seis? Si son las diez de la noche.
Tras oír eso, pegué un salto del sofá y miré a mi hermana con los ojos muy abiertos. Es imposible que sea tan tarde, si acabo de llegar. Me dirijo a mirar el reloj que está encima de la chimenea, recuerdo que ese reloj se lo regalé a mi hermana en su catorce cumpleaños. Lo miré: las diez de la noche. Mi hermana estaba en lo cierto.
 -Es verdad...
 -¿Y cuándo no tengo razón yo?
Miro a mi hermana con cara rara, siempre está igual. Miro a Olivia, y está seguidamente me sonríe. Creo que es la única alegría de esta casa. Mi hermana viene directa a mí mientras se saca veinte euros del bolsillo.
 -Toma cara mono.
"Cara mono" me llama desde que eramos pequeños, ya que en mi familia todos eran de piel clara, cabello claro y ojos claros, menos yo, que soy moreno, ojos oscuros y piel café. Cogí mis veinte euros, ya que regarle las plantas y darle de comer al gato durante una semana lleva su merecido.
 -¿Reina ha comido todos los días?
 -Sí Teresa, le he echado la comida que tu me dijistes. ¿Qué tal el viaje?
Las dos sonríen mientras se sientan en el sofá.
 -Espectacular, Kenya es súper bonito.-dijo Olivia.
 -¡Os lo dije! Sabía que os iba a gustar.
Después de decirlo me viene a la cabeza como un flash. El trabajo de mañana dela academia.
 -Lo siento chicas, tengo que irme. Tengo que terminar un trabajo para mañana a primera hora, sobre la cultura berebere. Pediré un taxi.
 -Ay no te preocupes Carlos, te llevo yo.-me propuso Olivia.
 -Muchísimas gracias.
Besé y a abracé a mi hermana. Está entre regañadientes me dijo "gracias" y un "te quiero". Olivia y yo reímos y salimos de aquella casa que había frecuentado mucho durante esa última semana.
En el coche, Olivia puso la radio. Fué un camino silencioso, ya que no teníamos que hablar mucho. Se parece mucho a mí, ya que ve innecesario el echo de entablar conversaciones que no llegan a ningún lado, es reservada y prudente. Le gusta sonreír como a mí, todo lo contrario a mi hermana. Supongo que por eso se quieren tanto. Paramos en un semáforo. Olivia iba tarareando la canción de la radio, no me acuerdo muy bien como se llamaba. El semáforo se volvío a poner en verde y justo cuando Olivia pisó el acelerador un coche nos embistió por mi lado, el derecho. Ambos dimos un empujón para delante. Mi acompañante me miró con los ojos en súper abiertos.
 -¿Estas bien Carlos? 
 -Sí, sí. No te preocupes, tu también ¿no?
 -Of course.-Olivia se quitó el cinturón y bajó del coche mientras miraba a la mujer que conducía aquel coche.
Yo miré y ella seguía mirándonos exhausta sin saber bien que habría podido pasar. La novia de mi hermana llegó a mi lado del coche y observó éste con detenimiento.
 -Vaya, se ha echo un boyo.-dijo con voz de pena - tu hermana me va a matar.
La chica que conducía el coche que nos embistió se bajó corriendo, por lo visto su faro izquierdo había muerto. Era una chica negra, de mi edad más o menos. Era guapa. Iba alterada y no sabía muy bien que decir al respecto.
 -Lo siento mucho de verdad, no me dí cuenta, pisé el acelerador mientras estaba en rojo. Lo siento mucho, pagaré todo lo que haga falta.
Olivia, con ese corazón tan tierno que tiene, miró en sus ojos tristeza y sintió en su interior compasión. Yo pensaba que iba borracha.
 -¿Has bebido?-pregunté desde la ventanilla
Ella clavó sus ojos en mí, los tenía verde esmeralda, el color más bonito que jamás haya poddio haber visto. Esa mirada nunca se me olvidará. Ella me miró y poniendo cara de cirscuntancia dijo:
 -No, no es que haya sido mi mejor día. Lo siento mucho.
 -Vale, vale. Don't worry, firmaremos un parte amistoso y ya esta. No quiero que pagues todo, pero algo tendrás que pagar.
 -Si, si de verdad. Muchísimas gracias.
Aunque tuviese los ojos más bonitos del universo eso no quitaba que tuviera que pagar el boyo que le había echo al coche de mi hermana. Olivia apuntó algo en su mano y se despidió de ella. Ésta no paró de decir gracias hasta que se montó en el coche. Yo no aparté su mirada de ella, aunque no se diese cuenta. Excepto cuando se montó en el coche, que levantó la mirada y me miró, sonrío y arrancó. Nosotros hicimos lo mismo. Vi como su coche seguía en su dirección y los demás hicieron como si no ocurriese nada, total era problema nuestro. 
 -Oye Olivia, ¿qué te has apuntado en la mano?
 -Su número de teléfono y su DNI, para quedar para firmar los partes amistosos y eso.
Sonreí y seguimos nuestro camino. Al llegar a mi bloque Olivia bajó el volumen de la radio y se despide de mi con una dulce sonrisa y un guiño de ojos, bueno, tal vez no sea tan prudente como yo. La despido con el brazo y entro en mi piso. Puede parece un poco precipitado que con dieciocho años esté independizado ya, pero mi hermana también se independizó pronto, ya que mi madre no aceptaba a Olivia, mi padre si que la hubiese aceptado. A mí simplemente, no quiere que le siga dando el coñazo en casa y me alquiló una este año. Llevo un año viviendo sólo, y no cambiaría esto por nada del mundo. La verdad es que antes salía más, tenía más amigos porque todos estábamos más unidos en bachiller, ahora que cada uno ha ido por su cuenta hemos perdido el contacto, pero bueno, de eso trata que cada uno persiga su sueño. También es verdad que después todos se echaron novias y como que no pegaba seguir saliendo todos juntos, de vez en cuando quedamos y echamos alguna partida al billar, pero sin dinero dudo mucho que pueda seguir jugando con ellos, necesito encontrar trabajo en algún lado  mientras me saco la academia. Después de todas estas reflexiones de años y amigos antiguos llego a la puerta de mi piso, un piso modesto, en un barrio modesto. ¿Qué más puede pedir un alocado joven de apenas diecinueve años? Cómo no, la pierta de enfrente se abre y mi vecina de enfrente aparece, tan cotilla como siempre.
 -¿Qué tarde llegas no hijo?
 -Manuela, que ya soy mayorcito.
 -Bueno, bueno. No pretendía ofender. Si necesitas algo estoy aquí.
Cierra la puerta y se va. Suspiro y sonrío a la vez, por fín consigo abrir la puerta y entro en mi pequeño piso. Dejo la maleta en el sofá y me tiró en el sillón. "Qué cansado estoy" pienso. "Será mejor que me vaya a hacer el trabajo", así que pongo rumbo al estudio y me encierro en él. En éste, las paredes están forradas todas de noticias, algunas fotos de cuando era más pequeño con mis amigos del instituto, mi familia, y muchas, muchas pinturas mías; menos una pared. Esa pared seguía blanca e intacta, como desde el primer momento en que me alquilaron el piso. Esa pared seguirá ahí hasta que tenga algo interesante que colgar en ella.  Por el estudios, algunos lienzos rotos e inacabados siguen en el suelo, me gusta mucho pintar, sobre todo pinto la cultura africana. Aunque otro de mis objetivos es ir allí para poder pintar todo lo que pinto ahora pero sin mi imaginación, simplemente poder mirar a una persona y teniéndola a dos metros de mi, poder pintar e interpretar en un lienzo en blanco todos y cada uno de sus poros. Sin que se escape ninguno. Enciendo el ordenador y me pongo a pensar en los ojos de aquella chica, en su pelo negro azabache con alguna que otra trenza. Me gustaría pintar África y sus paisajes, pero también a sus ojos. Paro y empiezo a escribir. Hasta que el sol se esconde por el otro lado de la habitación, mientras que yo sigo en mis locas fantasías y en mi trabajo "Berebere".

1.


 -Sí, muchas gracias de verdad.
 -¿De verdad que no necesitas ayuda para recoger tus cosas?
 -No se preocupe Manuela, si necesito ayuda no dudaré en llamarla.
Manuela era la vecina que vivía justo en la puerta de enfrente, es profesional en historias ajenas, desde que murió su marido se pasa las horas y las horas al teléfono, hablando de todo tipo de tema, pero ninguno vinculado con ella. A mi no me molestaba, al contrario, muchas veces me ha sacado de aprietos gordos, le debo unas cuantas. Pienso que se mete en la vida de los demás por el simple temor de mirar en su vida y ver la soledad eterna que hay hasta que le llegue la hora como a todos, a veces he sentido pena por ella, pero muchas otras la he comprendido, sé lo que es sentirse sólo, y creánme, no es nada dulce. En fín, la echare de menos. Terminé de embalar las últimas cajas y las amontoné cerca de la puerta de la puerta de entrada. Miré de arriba a abajo el salón, y empecé a recorrer la casa poco a poco. Acaricié el sofá y recordé todos los momentos vividos, buenos y malos, caricias, besos, pero no consigo verla. Subo las escaleras y entro en el domirtorio principal, mi dormitorio, su dormitorio, nuestro dormitorio. Vi aquella habitación embalada y desmontada, lo único que quedaba era un colchón en el suelo. Agarré el manillar de la puerta del baño, ví que seguía roto, recuerdo ese día. Ella duchándose, el viento cerró la puerta de golpe y no se podía abrir. Tuve que romper el manillar para poder entrar, y ella no paraba de chillar y patalear como una niña pequeña. Sin darme cuenta, una pequeña sonrisa se me dibuja en el rostro, la necesito, la echo tanto de menos. Entonces voy a coger el colchón para incorporarlo y ponerlo de pie contra la pared, cuando en una esquina de la habitación veo una cosa brillar. Parece un anillo. Me acero y lo cogo, era de Fatima. Lo agarró entre mis manos y puedo notar como una lágrima cae por mi mejilla lentamente. Rápidamente me la limpio, le doy un beso al anillo y me lo guardo. Cuando me doy cuenta son las cinco de la tarde, la hora en que llega el camión de la mudanza. Sin esperarlo se escucha el tiembre, supongo que serán ellos. Bajo corriendo las escalares y abro, no me equivoqué eran ellos. Cuando han terminado de llevar todas las cajas al camión, Manuela sale de su casa y con una sonrisa un poco triste viene y me abraza. 
 -¡Ay Carlitos! te echaré de menos. Eras mi alegría de las mañanas, y ahora te vas ¿quién me hará compañía ahora que no estarás? 
Ve como a los dos se nos empañan los ojos de lágrimas.
 -¿Ves Manuela? yo no puedo llorar.
Ella se ríe, es la primera vez que la veo tan tierna conmigo. Me agarra la cara con las dos manos y mirándome a los ojos me dice:
 -No eres el único que la echa de menos.
Y me abraza como hace tiempo que nadie lo hace, como cuando era pequeño y mi madre me tenía entre sus brazos, con esa ternura que sólo una mujer, madre, esposa e hija pueden dar. Ese calor que sólo la mujer sabe desprender. 
 -Muchas gracias por todo Manuela, le prometo que la visitaré todas las semanas.
Sin decir nada, ella me coge una mano, me sonríe y con la otra me peina.
 -Y peinate, que siempre tengo que verte con esos pelos.
Nos reímos juntos y me doy la vuelta para marcharme, pero no sin antes volver a mirarla. Está allí frente a su puerta con la mano levantada diciéndome adiós. "Hasta pronto Manuela"
Me monto en el taxi que sigue con lentitud al camión de la mudanza, con destino a mi nueva vida.
Pasamos por las carreteras de Sevilla, junto con los sevillanos que caminan algunos con elegancia, otros con gracia, otros dando saltos de alegría y otros simplemente corren por las aceras, esa gente que sólo Sevilla tiene, ese "color especial". Apoyo mi cabeza contra el cristal, el conductor ha puesto la radio, por suerte sale una canción que me gusta "Lazy Song" de Bruno Mars, pero por contrapuesta termina..¡maldición! Entonces mientra sigo mirando como pasan los coches, los edificios y la gente sevillana y no sevillana, entre rayos de sol aparece nuestra canción "best day on my life" de Jesse McCartney, cierro los ojos y me hundo en mi mismo. 
"Todo empezó ese 11 de junio de 2010..."